En la mente de un perro by Alexandra Horowitz

En la mente de un perro by Alexandra Horowitz

autor:Alexandra Horowitz [Horowitz, Alexandra]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Psicología
editor: ePubLibre
publicado: 2010-01-01T05:00:00+00:00


MENTES NOBLES

Amanece y procuro salir despacio de la habitación para no despertar a Pump. No le veo los ojos, porque son tan oscuros que quedan camuflados entre su pelaje negro. Apoya la cabeza plácidamente sobre las patas. Cuando llego a la puerta creo que lo he conseguido —de puntillas y aguantando la respiración para esquivar su radar—. Pero luego lo veo: el arco de sus cejas levantadas, señal de que me sigue el paso. Me tiene calada.

Como hemos visto, el perro sabe mirar muy bien, utiliza hábilmente la atención. ¿Hay una mente pensante, conspiradora o reflexiva detrás de esa mirada? El paso de la mirada del niño al uso de la atención marca la plenitud de la mente humana madura. ¿Qué nos dice la mirada del perro sobre su mente? ¿Piensa en otros perros, en sí mismo, en nosotros? Y la pregunta ajada ya por el tiempo pero aún sin respuesta sobre la mente del perro: ¿es inteligente?

¡QUÉ LISTO ES MI PERRO!

Los amos de los perros, al igual que los padres primerizos, parecen tener siempre a mano un puñado de historias que demuestran lo listos que son esas criaturas que tienen a su cargo. Los perros, se dice, saben cuándo va a salir su amo y cuándo regresará a casa; saben cómo engañarnos y cómo seducirnos. En los informativos hablan una y otra vez del último descubrimiento sobre la inteligencia de los perros: de su capacidad de usar palabras, contar o llamar al número de emergencias.

Para verificar esta impresión generada por multitud de anécdotas, se han diseñado los llamados test de inteligencia para perros. Todos conocemos los test de inteligencia para personas: ejercicios escritos de resolución de problemas semejantes a los de las Pruebas de Aptitud Académica (SAT, siglas en inglés de Scholastic Aptitude Test), en los que hay que elegir entre varias palabras, establecer relaciones espaciales y razonar. Hay preguntas para determinar nuestra memoria, nuestro vocabulario, nuestras menguantes habilidades matemáticas y nuestra capacidad de observación de patrones simples y de atención al detalle. Dejemos a un lado la cuestión de si el resultado de este tipo de pruebas refleja con exactitud el grado de inteligencia, pero es evidente que no son pruebas que se puedan aplicar a los perros. Por eso se modifican o adaptan. En lugar de pruebas sobre vocabulario avanzado, hay pruebas de reconocimiento de órdenes sencillas. En vez de repetir una serie de dígitos que se han leído en voz alta, al perro se le puede pedir que recuerde dónde estaba escondida una golosina. La buena disposición a aprender un truco nuevo puede sustituir la capacidad de averiguar sumas complejas. Las preguntas imitan vagamente los modelos de la psicología experimental: el de la permanencia de un objeto (si se coloca una taza sobre una golosina, ¿sigue ésta estando ahí?), el de aprendizaje (¿se da cuenta el perro de la estupidez del truco que queremos que haga?) y el de la resolución de problemas (¿cómo puede hincarle el diente a lo que tenemos en la mano?).

Los estudios



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